¿Cómo desarrollar conductas responsables?

 

Isabel Robredo Solanas- Orientadora y profesora EPO –


Esta entrada está basada en un documento elaborado por el Gobierno de Navarra que pretende servir como instrumento de análisis y reflexión para padres y madres e hijos/as en el proceso de adquisición de conductas responsables.

Es muy frecuente oír a madres y padres cosas como: «en casa no hace nada»; «se le olvida todo»; «si no estoy encima, no estudia»; «tiene su cuarto como una leonera“…

Educar es ayudar a la persona a alcanzar la capacidad de ser independiente, de valerse por sí misma, de tomar decisiones, de hacer uso de la libertad desde el conocimiento de sus posibilidades.

Educar en la responsabilidad no es tarea fácil. Se consigue solo mediante el esfuerzo diario de padres y educadores, pero la recompensa es grande: educar adultos responsables.

 

¿QUÉ ES LA RESPONSABILIDAD?

  • Es la capacidad de asumir las consecuencias de las acciones y decisiones buscando el bien propio junto al de los demás.

Los niños deben aprender a aceptar las consecuencias de lo que hacen, piensan o deciden. Nadie nace responsable. La responsabilidad se va adquiriendo, por imitación del adulto y por la aprobación social, que le sirve de refuerzo. El niño siente satisfacción cuando actúa responsablemente y recibe aprobación social, que a su vez favorece su autoestima.

 

EXIGIR DE ACUERDO A SU EDAD

Entre dos y tres años:

  • Puede hacer algunas tareas bajo el control del adulto.
  • Todavía no comprende lo que hace bien o mal y obra de acuerdo a mandatos y prohibiciones porque no posee autocontrol.
  • Colabora con el adulto en ordenar y guardar sus zapatillas, su pijama, regar las flores y hacer algunas tareas concretas como poner y recoger las servilletas, etc.

 

Entre tres y cuatro años:

  • Observa la conducta del adulto y la imita. Actúa en función del premio o el castigo. Ya va siendo capaz de controlarse y de tener orden en sus cosas.
  • Colabora en guardar juguetes y los debe recoger. Puede poner algunas cosas fáciles en la mesa como el plato y los cubiertos, etc.
  • Se desnuda solo y se viste con ayuda. Aprende a compartirlas cosas y a esperar su turno.
  • Muestra interés creciente por jugar con otros niños.

 

Entre cuatro y cinco años:

  • Sigue observando e imitando al adulto.
  • Necesita que le guíen pero tiene deseos de agradar y servir y por eso suele tener iniciativas responsables como vestirse, recoger sus juguetes, controlarse en un espectáculo, etc.
  • Ya puede dársele alguna responsabilidad: poner la mesa, ocuparse de algún recado dentro del entorno familiar. Puede cuidar a hermanos pequeños durante algún rato, estando un adulto cerca.
  • Debe dejar ordenados los objetos que usa. Es bastante autónomo en la comida y en su cuidado personal se calza, se lava y va al baño solo.

 

Entre cinco y seis años:

  • Acepta los turnos en el juego, aunque no siempre los respeta. Suele asociarse con dos o tres niños para jugar y entabla las primeras amistades.
  • Ya ha aprendido bastantes conductas y, aunque necesita que la persona adulta le diga lo que debe o no debe hacer, conviene presentarle dos opciones, para que elija.
  • Puede ser responsable de tareas domésticas sencillas: limpiar el polvo, recoger la mesa, preparar su ropa para vestirse, buscar lo que necesita para una actividad concreta.
  • No hay que olvidar que el niño sigue imitando y que es exigente en la aplicación de la norma para todos. Le agrada ayudar y cumplir encargos y recados sin cruzar la calle o pasar por lugares peligrosos.
  • Juega en grupos de tres o más y sigue reglas sencillas. Intenta ser autónomo y puede rebelarse frente a las presiones de los adultos en asuntos como disciplina, autoridad y normas sociales.
  • A partir de los cinco años comienza a despertar la intencionalidad, asimila algunas normas y se comporta de acuerdo con ellas.

 

Entre seis y siete años:

  • Con control y ayuda para evitar descuidos involuntarios, puede y debe prepararse los materiales para realizar una actividad.
  • Comienza a ser capaz de controlarse en desplazamientos muy conocidos y próximos tales como el colegio, la casa de amigos que vivan en el mismo bloque de viviendas, casa de algunos familiares, etc.
  • Puede disponer de algún dinero semanal y aprender a administrarlo, sabiendo que, si lo gasta, deberá esperar a la semana siguiente para recibir una nueva paga.
  • Todavía se guía por las normas y hábitos del adulto: identifica el bien con lo mandado y el mal con lo prohibido o lo que enfada al adulto.
  • Cumple las órdenes al pie de la letra, generalmente hasta los ocho años.
  • Tiende a formar grupos de relación con compañeros del mismo sexo. Aprende costumbres sociales relacionadas con el saludo, la despedida, el agradecimiento, etc. Actúa de forma responsable si se le ofrecen oportunidades para ello.
  • Tiene el deseo de ser bueno y, si no lo es, culpa a los demás o a las circunstancias porque no soporta que le consideren malo.
  • Va adquiriendo la noción de justicia y comprende las normas morales mediante ejemplos concretos.

 

A los ocho años:

  • Comienza a adquirir autonomía personal y puede controlar sus impulsos, en función de sus intenciones.
  • Es capaz de organizarse en la distribución del tiempo, del dinero y de los juegos. Todavía precisa alguna supervisión. Pueden dársele responsabilidades diarias: preparar       el desayuno, bañarse, acudir solo al colegio, etc.
  • Empieza a distinguir la voluntad del adulto de la norma y es consecuente en su conducta.
  • Sabe cuándo y cómo debe obrar en situaciones habituales de su vida. La actuación de las personas adultas es decisiva, dado que si persiste una presión autoritaria el niño se hace dependiente, sumiso y falto de iniciativa. Si, por el contrario, se obra de forma permisiva, el niño se convertirá en una persona caprichosa e irresponsable. Así pues, se hace imprescindible una actitud que favorezca la iniciativa y mantenga la exigencia.
  • Le atrae el juego colectivo y coopera en grupo.
  • Es capaz de prever las consecuencias de sus actos.

 

Entre nueve y once años:

  • Ya es bastante autónomo en sus intenciones y, por lo tanto, en su responsabilidad.
  • Suele tener una organización propia para sus materiales, ropas, ahorros…
  • Puede encargarse de alguna tarea doméstica y debe realizarla con responsabilidad y cierta corrección.
  • Le gusta que se le recompense por la tarea que se le encomienda.
  • Aunque aparezcan rasgos de dependencia, le gusta tomar decisiones y oponerse al adulto con cierta rigidez. Es capaz de elegir con criterios personales.
  • Se hace estricto, exigente y riguroso.
  • Se identifica con su grupo de amigos en el que cada uno tiene una función asignada y se acata lo que dicta el jefe de la pandilla.
  • Reconoce lo que hace mal, pero siempre busca excusas, aunque para los demás suele ser muy estricto.
  • Le gusta que le dejen decidir por sí mismo y tiene necesidad de afianzar su yo frente a los demás, de ahí su resistencia a obedecer y su afán de mandar a otros niños menores.
  • Conoce sus posibilidades, decide y reflexiona antes de obrar, aprende de las consecuencias y se siente atraído por los valores morales de justicia, igualdad, sinceridad, bondad, etc.

 

Entre once y doce años:

  • La influencia de los amigos comienza a ser decisiva y su conducta estará influenciada en gran parte por el comportamiento que observa en sus amigos y amigas o compañeros de clase. Los hermanos y hermanas mayores tienen más influencia sobre ellos que los padres.
  • Aparece una etapa en la que la crítica suele ser muy frecuente y dirigida hacia sus padres y profesores; no le gusta que le traten de un modo autoritario, como a un niño; reclama autonomía en todas sus decisiones.
  • Necesita tener amigos y depositar en ellos su confianza; es leal al grupo y su moral es la de sus iguales, a los que imita en la forma de vestir, en los juegos, las aficiones, etc.
  • Quiere ser como los mayores. Tiene sentido de responsabilidad, trata de cumplir sus obligaciones y se hace más flexible en sus juicios. Su comportamiento es mejor fuera del entorno familiar.
  • Tiene capacidad para valorar lo bueno o malo de sus acciones, puede pensar en las consecuencias, conoce con bastante objetividad sus intenciones y desea obrar por propia iniciativa, aunque se equivoque.

 

La responsabilidad se adquiere y desarrolla progresivamente, por etapas. Existen ritmos distintos en cada persona. Las fases descritas no deben entenderse de forma estricta sino como una referencia.

 

APRENDER A TOMAR DECISIONES

  • Ser responsable no sólo es cumplir debidamente lo que se manda. Eso sería obediencia; es algo más, es saber elegir y decidir por uno mismo, con eficacia, en aquello que es propio de su nivel de madurez o experiencia
  • Aprender a tomar decisiones le ayudará a resolver sus necesidades y las de los demás.
  • Pedir que se razonen las decisiones es el modo de enseñar a no obrar de un modo caprichoso o impulsivo.
  • Enseñar a elegir entre pocas posibilidades.
  • Enseñar a tolerar cambios imprevistos y que suponen una alteración de su plan tras una decisión tomada.
  • Deben valorar los aspectos positivos y negativos de cada alternativa.

 

ESTABLECER LÍMITES

  • Es conveniente demostrar que la familia se organiza y avanza si entre todos responden a sus necesidades, cada cual de acuerdo con sus posibilidades.
  • Es necesario desterrar toda forma de autoritarismo en el modo de mandar. Las normas de nuestro hogar tienen que ser pocas, claras y bien comprendidas.
  • Es imprescindible dictar las normas desde el afecto y no dejándose llevar por el nerviosismo del momento.
  • Es importante que estemos atentos a las buenas conductas para reforzarlas y alabarlas con frecuencia.
  • Hay que dejar claro que es su conducta inadecuada la que nos enfada y disgusta pero que, como persona e hijo/a, le seguimos queriendo igual. Hay que desterrar las descalificaciones globales del tipo: «¡Ya sabía que lo ibas a hacer mal!» o «¡Eres un inútil!».

 

PROCURA EVITAR….

  1. Comparaciones que dejen a tu hijo en ridículo.
  1. Comentarios que generen ansiedad, temor o inseguridad, y descalificaciones globales.
  2. Gritos, malos modos y amenazas.
  3. Ver a tu hijo/a como persona pasiva que sólo recibe órdenes.
  4. La sobreprotección.
  5. Manifestar desacuerdo entre padre y madre delante de los hijos/as.

 

RECOMENDACIONES PARA PONER EN PRÁCTICA

  • Buscar ocasiones para alabar con realismo y precisión.
  • Señalar límites adecuados y concretos a las acciones que no deseas que repitan tus hijos/hijas.
  • Dejar claras las normas de comportamiento.
  • Reconocer y valorar su esfuerzo, no sólo el resultado final.
  • Transmitir entusiasmo e implicarte en los asuntos e intereses de tus hijos.
  • Comprender que debe desenvolverse solo ante las dificultades y felicitarle cuando las resuelva adecuadamente.
  • Escuchar con paciencia y sin interferencias de televisión, radio, etc.
  • Considerar que vosotros, padre y madre, sois modelos constantes de referencia y que os van a imitar.
  • Favorecer la participación de los hijos e hijas para decidir algunos asuntos y elegir entre posibilidades.
  • Invitar a tus hijos a contar sus experiencias para crear un clima de confianza y diálogo.
  • Hacer referencia a la conducta que no os parece adecuada y no mezclarla con otras conductas anteriores.
  • Ayudarles a verse de modo realista, reconociendo sus valores y sus dificultades.

 

La responsabilidad genera respeto hacia los demás y, por supuesto, hacia uno mismo. Además, facilita amistades sanas, firmes y prolongadas. Nuestros hijos e hijas serán más libres y felices.

 

En el siguiente enlace podéis encontrar la guía completa del Gobierno de Navarra para desarrollar conductas responsables entre los 3 y los 12 años:

http://www.educacion.navarra.es/documents/27590/203401/Desarrollo+conductas+responsables+3+a+12+a%C3%B1os.pdf/b1e340c3-328a-4ea9-bea5-993348ce8c82