El niño retador

Claves para identificar si es el perfil de tu hijo y cómo actuar para solucionarlo

¡No puedo más con este hijo!, no obedece a nadie! Ya lo hemos intentado todo ¡pero es inútil! Estas son algunas de las quejas más frecuentes de los padres.

¿Por qué algunos niños son tan desobedientes? ¿Por qué un hijo sale obediente y el otro no?

La verdad es que cada niño y niña es único e irrepetible. Unos son más tranquilos, relajados, simpáticos, afectivos, y otros por el contrario son más inquietos, retadores, continuamente poniendo a prueba a sus padres… Por otro lado, además de la personalidad de cada niño/a hay algunas etapas en la evolución de nuestros hijos e hijas, principalmente entre los dos y los seis años y posteriormente en la adolescencia, que se caracterizan por retar, desafiar, desobedecer, tienen el “no” por respuesta y no atienden a instrucciones o avisos… es un tira y afloja que puede traer de cabeza a muchos padres y madres.

En la mayoría de las ocasiones estas respuestas de oposición no revisten gravedad y pueden considerarse dentro del desarrollo evolutivo ya que les ayuda a crecer y a auto reafirmarse. No obstante, y aunque se puedan considerar respuestas normales, las familias hemos de aprender a corregirlas para lograr una adecuada convivencia.

Entonces, ¿cuándo debemos comenzar a preocuparnos? Según nos indican algunos estudios hay una serie de características que nos permiten dibujar un perfil común:

Persistencia: los niños defienden sus ideas, y les gusta el debate en sí mismo.

Intensidad: hablan muy alto, se hacen notar, cambian de humor de forma rápida, bajo autocontrol.

Alta sensibilidad a los sabores, a los olores, a la textura de la ropa, calor…y también al estado de ánimo de las personas que les rodean.

Distrabilidad: se distraen con cualquier cosa, quieren hacer las cosas a su ritmo, muy rápido lo que les gusta y exasperadamente lento lo que les disgusta (ducharse, ir a la cama, lavarse los dientes, las tareas, etc.)

Adaptabilidad: tienen dificultad para llevar bien las transiciones, por ejemplo: salir de la cama por la mañana, dejar de jugar, ir a dormir, etc.

Energía: pueden trepar al árbol más alto, pegarse buenas carreras, o no parar quieto en la silla mientras la cena.

Según los estudios alrededor de un 15% de niños responden a este perfil y tienen estas características de personalidad, algunos las tienen todas y otros no, pero tampoco ha de obsesionarnos “encajar” a nuestros hijos en un perfil concreto. Estas características sólo han de permitirnos comprobar que nuestro hijo o hija no se porta mal por fastidiarnos y que podemos ayudarles a superar las distintas situaciones.

¿Qué podemos hacer ante estas situaciones?

En general es importante que establezcamos un horario con unas pautas lo más especificadas posible, que contenga tareas y responsabilidades de cada uno. Si nuestro hijo, por ejemplo, se acuesta tarde, por la mañana no va a ser fácil que se levante, que se asee, que desayune, y que vaya puntual al colegio. Y una vez allí, si tiene sueño y hambre no va a poder prestar atención al profesorado, estará incómodo y no disfrutará con su aprendizaje.

En ´Guía Infantil´ nos proponen utilizar los registros para anotar la conducta:

Este tipo de registro nos va a permitir analizar nuestra actuación que en este caso no ha sido correcta: Al final el niño ¡se ha salido con la suya!, impone él las condiciones y nosotros terminamos cediendo. La próxima hará algo parecido pues le ha dado buen resultado.

Según el pedagogo Casesmeiro y la psicóloga Guinea existen algunas pautas que nos pueden ayudar a modificar algunas de las actitudes negativas:

– Las normas y límites tienen que ser lógicos y coherentes para poder defenderlos de forma firme y sin sentimientos de culpabilidad. Y ser firme no implica gritar ni ser agresivo, sino mantener la norma.

– Determinar las consecuencias de saltarse una norma o no cumplir una demanda de los padres o profesores.

– Ser constante y consistente en la aplicación de las consecuencias. Actuar inmediatamente si el niño NO obedece.

– Reforzar las conductas alternativas de cooperación, obediencia y cumplimento de las normas.

– Expresar el comportamiento que se espera del niño, no criticarle ni ponerle etiquetas. Si se critica es el comportamiento, no al niño.

– No entrar nunca en la dialéctica del reto. Un adulto puede convertir en desafío lo que no lo es. Por eso, hay que evitar el típico pensamiento «no va a salirse con la suya», aunque sea difícil para los padres cuando están cansados, estresados o preocupados.

– Mantener la calma y no desesperarse. Conviene armarse de paciencia. Si es necesario, contar hasta diez y respirar profundamente. Esto generará la serenidad y fuerza mental suficientes para entender lo que sucede en ese momento y al niño.

– El castigo tiene que ser proporcionado y acompañado de un enseñar a pensar, para que el niño comprenda que las acciones tienen sus consecuencias.

Es importante eliminar nuestro sentimiento de culpa, nuestro/a hijo/a, no se comporta así para fastidiarnos o porque este mal educado sino es que tiene una personalidad determinada que, aunque ahora sea más difícil de conducir, en un futuro le va a permitir no ser sumiso y, por el contrario, podrá defender sus ideas e ilusiones y vivir la vida con intensidad.

Referencias:

https://www.guiainfantil.com/articulos/educacion/conducta/hijos-desobedientes